"Planes and trains and boats and buses characteristically evoke a common attitude of blue, unless you have a suitcase and a ticket and a passport and the cargo that they're carrying is you". (Tom Waits. Foreign Affair)

miércoles, 22 de febrero de 2012

Farewell, so long, Mae Hong Son


1.864 son las curvas que hay que atravesar para llegar de Chiang Mai a Mae Hong Son. Dice David que en realidad son más de 2.000, pero al parecer alguien exclamó un día "1.864!" con tal convicción que la cifra cuajó y ahora se multiplica en camisetas y carteles, a la entrada de los bares e incluso en los templos, en cientos de llaveros y gorras que certifican que "yo también sobreviví a las 1.864 curvas". No todos los estómagos lo consiguen. En la minivan que me lleva de vuelta a Chiang Mai, después de dos semanas en Mae Hong Son, una danesa y un francés emplean la mitad del viaje en volcar todo lo que llevan dentro en sendas bolsas de plástico de una transparencia muy poco afortunada.

La ciudad vive orgullosa de su inaccesibilidad. Distintas personas me han hablado estos días de rumores de túneles, de que llegan las excavadoras, de que alguien quiere agujerear las montañas... y en todos los casos se dibuja una expresión de desencanto en sus caras. Saben que poseen un tesoro muy delicado, tanto que se echaría a perder si demasiados ojos, demasiadas manos, demasiados bolsillos pudiesen llegar hasta él en primera clase y en línea recta. Hay un aeródromo ahí al lado, sí, embutido entre las montañas, pero pocos se atreven a dejarse aterrizar en él.

Llegué para dos días y me he quedado quince. Voy a echar de menos el que desde ahora mismo es mi rincón favorito de Tailandia. También a mis nuevos amigos, que han conseguido que cada mañana me dijese a mí mismo: "un día más, vale, un día más". Pero hay que moverse, el viaje exige otras voces, otros ámbitos, y tan sólo dispongo de unos días para atravesar la mitad del país y, después de alguna que otra parada, dejar Tailandia y entrar en el sur de Laos.

Pero volveré.

(Nota al margen: mi última noche en Mae Hong Son acabó en el interior de un coche de la policía local. Bien, supongo que debo precisar un poco más. Mi última noche en Mae Hong Son acabó en el interior de un coche de la policía local. Concretamente, al volante de un coche de la policía local, turnándome con David para conducirlo: el jefe de policía y sus dos mejores hombres no estaban lo bastante serenos como para volver sobre ruedas al cuartel general y ahí estábamos nosotros, siempre al servicio de la comunidad. Durante todo el camino David no dejó de recitar su mantra: "Not in Lonely Planet!". Uud se lo perdió: había apostado un dineral por el equipo equivocado en el Chelsea-Birmingham y no hubo manera de curarle la depresión)




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