"Planes and trains and boats and buses characteristically evoke a common attitude of blue, unless you have a suitcase and a ticket and a passport and the cargo that they're carrying is you". (Tom Waits. Foreign Affair)

sábado, 18 de febrero de 2012

Ernest Hemingway a la sombra


Después de comer, a eso de la una y media, el sol pega con rabia y las moscas se adueñan de la ciudad. El repelente que me aplico cada mañana en muñecas y tobillos, en la nuca, el envés de los antebrazos y los lóbulos de las orejas (esto último es un consejo de mi farmacéutica donostiarra) funciona con los mosquitos, pero por alguna razón atrae –se diría que sexualmente– a las moscas de Mae Hong Son. Por primera vez desde que llegué empiezo a sudar. Aquí, en el norte, montañoso y verde, el clima es suave –algunas noches hay que echarse encima la chaqueta, incluso rescatar los vaqueros del fondo de la mochila–, pero hoy siento como si alguien hubiese tirado del mapa hacia abajo con toda el alma y por eso ahora el asfalto se derrite bajo un sol violento que en condiciones normales debería estar sobre Bangkok. La semana que viene será mucho peor. Mi tiempo en Tailandia se va acabando y debo pensar en poner proa al sur, en cruzar el país para acercarme poco a poco a la frontera de Laos, lejos, allá abajo, a la altura de Pakse. Por ahora me siento en la terraza de un pequeño café a la sombra, pido un té con hielo, abro a Hemingway y leo el tercer capítulo, que apenas tiene cuatro páginas. Compré una edición en ingles de bolsillo de A Moveable Feast en Madrid, recién estrenado el año, sospechando que no habría mejor ocasión que este viaje para leerlo. No me equivocaba. Le leo en París, merodeando una librería en la que se prestan e intercambian libros, muchos de ellos revendidos, abandonados u olvidados por viajeros de paso. En uno de esos raros momentos de perfección, al levantar la vista del texto veo que este mismo café tiene una gran estantería de libros viejos en varios idiomas. En Tailandia abundan estos lugares, librerías y cafés donde uno puede comprar una guía de viaje o una novela usadas por casi nada, donde es posible dejar la guía o el libro recién terminados y llevarse otro a cambio. Atravieso este túnel recién excavado que me comunica con el primer tercio del siglo XX y leo varias veces ese tercer capítulo, "Shakespeare and Company". Las palabras –esa música sencillísima que compone y que repite estribillos sin el menor complejo– se me quedan pegadas y me preguntó por qué habré tardado cuarenta años en llegar a esta página.
Tengo que reproducir este diálogo entre Hemingway y su mujer:

"Let's walk down the rue de Seine and look in all the galleries and in the windows of the shops".

"Sure. We can walk anywhere and we can stop at some new café where we don't know anyone and nobody knows us and have a drink".

"We can have two drinks".

"Then we can eat somewhere".

"No. Don't forget we have to pay the library".

"We'll come home and eat here and we'll have a lovely meal and drink Beaune from the co-operative you can see right out of the window there with the price of the Beaune on the window. And afterwards we'll read and then go to bed and make love".

"And we'll never love anyone else but each other".

"No. Never".

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