"Planes and trains and boats and buses characteristically evoke a common attitude of blue, unless you have a suitcase and a ticket and a passport and the cargo that they're carrying is you". (Tom Waits. Foreign Affair)

miércoles, 23 de mayo de 2012

Uno más en Cherating

Jose, el fantasma del espejo, Fabien y Joey
En mitad de la costa este de Malasia existe un lugar que vive en permanente estado de duermevela. Tan sólo se despereza por completo entre octubre y enero, cuando los monzones erizan la superficie del mar y surfistas de todo el mundo se acercan hasta allí en busca de las mejores olas del país. Pero el resto del año los vientos se calman, las aguas se apaciguan, se desvanecen las espumas y Cherating se sume en un torpor de siesta veraniega que sólo los mosquitos y algunos monos malencarados consiguen alterar.

Entro en ella de puntillas –recién bajado de un autobús que me ha soltado en mitad de ninguna parte– procurando hacer el menor ruido posible. Como no parece que haya mucho que hacer aquí, elijo con cuidado mi alojamiento, porque preveo que tendré que pasar en él bastantes horas. Y está bien, porque me apetece leer y escribir después de las emociones submarinas de la semana pasada. Finalmente me quedo en un bungalow de madera con una terracita asomada a un jardín impecable, dentro de los terrenos de una guesthouse llamada Mata Hari (nota al margen: muchos negocios se llaman así en Malasia, y supongo que en Indonesia, donde tomó su nombre artístico la fatale espía holandesa. La expresión quiere decir, literalmente, "el ojo del día", o de modo más directo, "el sol").


Después de instalarme, salgo a dar un paseo y descubro que Cherating es poco más que una calle que corre en paralelo a una playa desolada y sucia. Las tiendas de flotadores, camisetas y recuerdos y las guesthouses que alquilan tablas de surf se han olvidado de guardar sus productos en el armario hasta la temporada que viene y todo tiene un aire de verano fantasma, de vacaciones canceladas. En mi paseo sólo me cruzo con un par de lugareños que me saludan con una sonrisa, no sé si de cortesía o de compasión. Quizá no tenga tanto que leer ni tanto que escribir, después de todo. Ok, dos días como mucho. Como mucho. ¿Y si me voy mañana mismo?

Pero entonces veo una luz al final de la calle. Conforme me acerco a ella una tenue cortina de música y voces va cerrándose sobre el silencio. Un letrero de madera reza "Don't Tell Mama". Dios mío, es un bar. Uno de verdad. Con barra. Y luces bajas. Y cerveza. Y un pequeño escenario en el que una batería y una guitarra esperan a que alguien las toque. Y "Next to You" de Police sonando a todo trapo. ¿Cuándo fue la última vez que entré en un bar con música? Debió de ser en Kampot, hace más de un mes. Contengo una lágrima mientras me siento en uno de los taburetes y con voz trémula pido una Skol helada.


Sentado a dos taburetes de mí un joven malayo (facción china) me acerca un plato de papaya madura. "Have some papaya, my friend. It's good for your health". Me como dos tajadas. Está realmente buena y da pie a una conversación estándar: de dónde vienes, adónde vas, cuánto tiempo llevas viajando, cómo se te ha ocurrido parar en Cherating... Al principio doy por supuesto que el joven malayo, que se presenta como Boon, es un parroquiano más. Pero resulta que es el dueño del lugar. El tipo es tremendamente simpático y la conversación fluye durante un buen rato. Mirando al escenario le pregunto si suele haber música en directo en el bar. Me dice que la batería está disponible para quien la quiera tocar. "Just for jammin'. Can you play?". Saca unas baquetas y durante un rato compruebo que cuatro meses de inactividad me han oxidado las muñecas y adormecido las piernas. Pero poco a poco me voy soltando y consigo arrancar unos aplausos. A partir de entonces me sentiré parte de la pequeña familia de Cherating, que tiene su centro de reunión en el Don't Tell Mama y está compuesta por seres que por distintas razones decidieron dejar atrás sus vidas anteriores y encontraron el refugio perfecto aquí, donde viven tranquilos sin que nadie les pida explicaciones ni les obligue a hacer nada que no quieran hacer. Estos son algunos de ellos.

Pablo
Pablo es chileno y lleva viajando mucho tiempo. Le gusta hacer ver que ha establecido su hogar en el movimiento perpetuo, que no le temblará la voz cuando tenga que despedirse e irse de aquí para siempre, pero creo que algo sí que le va a joder. Desde hace meses trabaja como camarero y vive en Don't Tell Mama, donde se comporta como un cliente más: su sed inagotable hará que algún día no queden cervezas que ofrecer a los parroquianos. Se lleva tan bien con Eve, su compañera de barra, que por un momento pienso que están juntos. Pero me lo desmienten. Se ha acostumbrado hasta tal punto a ir de un lado a otro que no necesita apenas preparativos para emprender la marcha. El primer día estuve hablando con él prácticamente hasta medianoche mientras trabajaba. De pronto, como si nada, me comentó que al día siguiente expiraba su visado malayo. "¿Y qué vas a hacer?". "Nada, en un rato tomo un autobús a KL, otro a Singapur, serán ocho o nueve horas de viaje, y si hay suerte me dejarán volver a entrar con un visado para otro mes y mañana por la noche estaré de vuelta. Y si no me dejan, pues nada, ya veremos. ¿Otra cerveza?". A la noche siguiente estaba de nuevo allí, con los ojos inyectados en sangre y treinta días de tranquilidad por delante.



Eve
Eve es enfermera cuando está en París. Y dice que le gusta mucho su trabajo, pero le gusta mucho más viajar, así que de vez en cuando vuelve a Francia, consigue sin problemas un puesto, ahorra un poco de dinero y vuelve a la carretera. Llegó a Cherating en noviembre y se quedó atascada aquí. Cuando su visado expira se da una vuelta por Indonesia o cualquier otro país y siempre vuelve a Cherating, donde ha establecido su campamento base. Trabaja unas horas al día en el Don't Tell Mama y es la dulzura hecha mujer. La conocí la primera noche, justo a la vez que a Pablo y a Boon. A la mañana siguiente, mientras estaba escribiendo la entrada "He visto cosas que no creeríais" en el porche de mi cabaña, escuché unas voces en la recepción de Mata Hari. "We are looking for a spanish guy. His name is Raúl. Is he here?". Tenía el día libre y vino con su amigo Fabien a buscarme, así, sin avisar, para ir a nadar a la piscina del mejor hotel de Cherating, que por supuesto está completamente vacío y por tanto a nadie le importa que tres intrusos se refresquen gratis y a todo lujo durante unas horas. "¿Qué vida más difícil llevamos, eh?", me suelta con una sonrisa en su castellano afrancesado mientras se tumba al sol en el borde de la piscina.

Fabien
Fabien es francés –aunque también habla en perfecto castellano e inglés– y desde hace algún tiempo trabaja en Payung Guesthouse, una de las principales casas de huéspedes de Cherating. Pero por su aspecto podría ser actor o modelo. Su éxito con las chicas que están de paso es absolutamente insoportable y no me extrañaría que en este mismo momento se estuviese fraguando en las sombras un complot para arrancarle los brazos y las piernas y echárselos a comer a los monos. Aunque es posible que ni por esas los demás tuviésemos alguna oportunidad...

Santana
Santana no se llama Santana, pero así es como Pablo y Eve lo llaman porque cada vez que entra en el bar exige que le pongan el Abraxas o cualquier tema del guitarrista mexicano. Tendrá sesenta y tantos años y siempre lleva un sombrero que le da un cierto aire de patriarca gitano o de personaje salido de una película de Emir Kusturica. Los cristales de sus gafas son tan gruesos (peceras, los llama Danny el americano) que es imposible saber si es chino, indio o europeo. Conduce peligrosamente un Mini de los clásicos y encadena las cervezas agarrándolas por el culo mientras suelta una ametralladora de socarronerías para las que Boon siempre encuentra una réplica. Sólo es el dueño de Coconut Guesthouse, pero le gusta dárselas (en broma) de dueño del pueblo.

Jose
Jose es un viajero extremo. Dejó Tenerife hace diez años para echarse a la carretera y de momento no ha vuelto. Estudió telecomunicaciones y durante un tiempo ganó un montón de dinero en un buen puesto. Pero la presión y la insatisfacción y otras muchas razones le llevaron al borde de sí mismo y decidió mandarlo todo al cuerno. Durante dos años se estableció en Inglaterra para aprender inglés. Después compró una caravana de segunda mano y se dedicó a recorrer Europa, trabajando de esto y de aquello allá donde paraba. Tras deshacerse de la caravana llegó a la India y a Nepal, países que sin duda le marcaron de muy distintas maneras, que le moldearon el cuerpo, la mirada –intensa, dura, pero también serena– y el carácter. Hoy vive con casi nada, gracias a una diminuta renta que le proporciona el alquiler de una casa que le dejó su madre en Tenerife. Con ella le llega para moverse, comprar comida y pagar un precio casi simbólico por la austera cabaña de madera en la que vive (a la que un día me invitó a comer junto con Fabien y Joey, una canadiense de paso por Cherating) y que temporalmente comparte con Mako, una pequeña japonesa que vive entre Malasia, la India, Italia y Japón. Le gusta tener gente en su casa (me ha ofrecido una habitación gratis en el caso de que decida volver) y es un buen cocinero, aunque, eso sí, estrictamente vegetariano. Suele pasearse por Cherating a bordo de una bicicleta plegable verde. Y si da la casualidad de que descarga una tormenta, aprovecha para ducharse en mitad de la calle para no tener que recurrir al agua de lluvia que acumula en un depósito instalado en su casa para ese menester. Ah, y se toma el billar muy en serio. Lleva dos meses en Cherating y dice que pronto volverá a moverse. No sé, me gustaría  encontrarlo aquí si regreso alguna vez.

Boon
Tiene treinta años pero aparenta bastantes menos. Su sentido del humor es tan extraño como desternillante y cuando está concentrado es capaz de mantener los diálogos alrededor de la barra en constante flujo. Su paciencia con sus camareros de paso no tiene límites, a pesar de algún que otro estallido de ira que se le pasa en treinta segundos y al que sigue una invitación a una ronda a todo aquel que haya sido testigo de su arrebato. Duerme poco, porque por las noches se dedica a masacrar gente online en cualquiera de los juegos a los que está enganchado (a su mujer, Sachiyo, japonesa, no parece importarle demasiado). También dice que tiene una pistola de verdad y que le gusta disparar a los monos, pero no estoy del todo seguro de que esto sea cierto. Pero por encima de todo es un gran conversador. Una de las noches nos dieron las tres de la madrugada hablando alrededor de una mesa, junto a su mujer, a Pablo y a Danny, un americano de Detroit que lleva una Gibson tatuada en el antebrazo y con el que he tocado un par de veces. Charlando con Boon he llegado a comprender un poco mejor la compleja y en apariencia bien avenida sociedad malaya, en la que los chinos son "ciudadanos de segunda" (y los indios de tercera): él mismo tiene que pagar de alquiler el doble de lo que paga por un local idéntico un malayo musulmán, simplemente por tener los ojos rasgados y a pesar de haber nacido en este país. Boon es la única constante en Cherating, un lugar que todos los demás, tarde o temprano, abandonarán para siempre.

Muchas veces a lo largo de este viaje he escuchado la frase "es la gente la que hace los lugares", pero nunca me ha parecido tan ajustada a la realidad como en Cherating. La gente que vive aquí es su auténtico atractivo y creo que debería considerarse patrimonio cultural y ser objeto de protección por la Unesco. He tenido mucha suerte: si hubiese llegado aquí sólo un par de meses antes o después no me habría cruzado con este fantástico grupo de locos, al menos no con todos ellos al mismo tiempo, y sin duda la experiencia habría sido distinta. Y aunque sé que es imposible, si alguna vez vuelvo (quizá dentro de un mes, quizá el año que viene) me gustaría que todo siguiese igual, entrar en Don't Tell Mama y encontrármelos a todos intercambiando bromas alrededor de la barra, hablando de sus vidas pasadas y futuras, jugando al billar, planeando una fiesta para el lunes en casa de Jose (no sabéis como me jode no haber podido asistir, chicos) y siendo total y absolutamente irrepetibles.

Gracias por todo amigos. Nos vemos pronto.


2 comentarios:

  1. una descripción perfecta de cherating ... nos encantó leerte !
    y, por supuesto, te esperamos en unos meses, a disfrutar otra vez de la languidez y pereza propias de este lugar !
    besos
    ps : la primera pregunta de Boon fue : " escribió que soy gay ? " ... hahahaha !!
    eve

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