"Planes and trains and boats and buses characteristically evoke a common attitude of blue, unless you have a suitcase and a ticket and a passport and the cargo that they're carrying is you". (Tom Waits. Foreign Affair)

sábado, 5 de mayo de 2012

Langkawi-Ipoh: un itinerario

 
Me levanto a las siete. Me ducho. Me visto. Cierro la mochila. Compruebo que no me dejo nada. Devuelvo la llave de la habitación. Luce el sol. Canta un pájaro raro. Echo un último vistazo a la charca. No hay rastro de la pitón. Pero los patos siguen sin atreverse a nadar. A las siete y media cojo un taxi hasta el embarcadero. Llego allí a las ocho. No hay plazas para el ferry a Kuala Kedah de las ocho y media. Compro un billete para el de las diez. Desayuno un café y un bollo. Me siento a leer frente al águila que da la bienvenida a la isla para hacer tiempo. A las diez me subo al ferry. Aire acondicionado polar. Me pongo la chaqueta. A las once y media llegamos a Kuala Kedah. Me quito la chaqueta. Pregunto por la parada de autobús para Alor Star. Por allí debe de andar, me contesta una china. Por allí me voy. Pero no la encuentro. Vuelvo a preguntar. Detrás de esa curva estaba ayer, me dice un indio. Detrás de esa curva me voy. Deduzco que un banco bajo los restos de una marquesina manchada de engrudo y papel viejo es la parada. Una niña de uniforme me lo confirma con una sonrisa. Cinco minutos después llega el autobús. Me subo al autobús. Me pongo la chaqueta. A las doce y media llego a Alor Star. Me quito la chaqueta. Pregunto si es de allí mismo de donde salen los autobuses a Ipoh. No, no es allí, es mucho más allí. Estornudo. Cojo un taxi que me lleva a la estación, situada en mucho más allí. Como un bocadillo malo. Compro un botellín de agua. A la una y media cojo el autobús para Ipoh. Me pongo la chaqueta. Doy un sorbo al botellín de agua en los kilómetros 25, 53 y 122. A las cinco llego a la estación de largo recorrido de Ipoh. Me quito la chaqueta. Pregunto dónde está la parada del autobús a la "city station". Plataforma uno. Espero veinte minutos en la plataforma uno. Me subo al autobús a la "city station". Me pongo la chaqueta. Los autobuses pueden pararse desde la calle como si fuesen taxis. Paramos varias veces y distintas personas suben. A las seis llego a la "city station". Me quito la chaqueta. Pregunto dónde se coge el autobús al centro. Es ese de ahí. Me subo a ese de ahí. Me pongo la chaqueta. Toso. Quince minutos después el chófer me indica que es aquí donde debo bajar. Error. Alrededor sólo hay hoteles caros. Y entonces empieza a llover. Nunca he visto llover de esta manera. Esto no es llover. Es otra cosa. Trato de inventar una palabra nueva. Pluviar. No. Triluviar. No. Stormatar. No. Desisto. Busco refugio en un garaje. Me quito la chaqueta. Me desembarazo de la mochila. La abro. Saco el poncho. Me lo pongo. Guardo la chaqueta. Cierro la mochila. La cubro con su funda impermeable. Me la vuelvo a echar encima. Espero veinte minutos. Toso. No amaina. De hecho, llueve... ok... stormata cada vez con más fuerza. Miro al cielo. Negro. Los rayos caen muy cerca. Los truenos explotan bajo mis pies y la onda expansiva me recorre el cuerpo de abajo arriba. No va a parar. Consulto el plano. Las guesthouses están a alrededor de un kilómetro de allí. Otro trueno. Se va la luz de la calle. Tengo que moverme o me quedaré allí toda la noche. Salgo de mi refugio y cruzo a la acera de enfrente.. Siento como si alguien volcase sobre mí una piscina olímpica. El agua me llega a los tobillos. Los dedos chapotean en las sandalias. Tres segundos bastan para estar totalmente empapado. Trato de parar un taxi. Pasa de largo. Trato de parar otro taxi. Ni siquiera me ve. Sigo caminando. El poncho protege del agua pero me hace sudar. Estornudo. Media hora después llego por fin a la primera guesthouse barata que aparece en mi guía. Han triplicado los precios desde que se editó. Vuelvo a la calle. Tras la cortina de agua detecto un letrero que reza "Paradise Hotel". Pero las escaleras que llevan a la "recepción" parecen las del "Hell Hotel". Igual que su dueño, un chino de unos 60 años. Flaco. Camiseta de tirantes. Boxers. Cigarrillo. No le gusta nada que esté dejando un charco en su suelo. Me enseña la habitación. Es una puta mierda. Y además está sucia. Me la quedo. No quiero volver a la calle y necesito una ducha caliente. Relleno la ficha con mis datos. Pago por una noche. El chino me da la llave. Entro en la habitación. Me desembarazo de la mochila. Me quito el poncho. Me quito toda la ropa. Toso. Entro en la ducha. Abro el grifo. Chirrido oxidado. No cae agua. Estornudo. Vuelvo a intentarlo. Nada. Salgo de la ducha. Me vuelvo a poner la ropa mojada. Toso. Estornudo. Toso. Salgo a la "recepción". Le digo al chino que la ducha no funciona. No se lo cree. Me acompaña a la habitación. Abre el grifo. Nada. Me pregunta si me es imprescindible ducharme. Le digo que acabo de decidir que me largo. Y que me devuelva el dinero. Se niega. Insisto. Me ofrece una habitación con una ducha que quizá funcione por el doble de dinero. Me niego. Quiero irme de allí y quiero mi dinero. Se niega. Pongo cara de haber matado a alguien muy alto y muy fuerte en un pasado muy reciente: he dicho que quiero irme de aquí y que quiero mi dinero. Ok ok ok. Me devuelve el dinero. Vuelvo a la habitación. Me pongo el poncho mojado. Me echo encima la mochila. Bajo las escaleras. Vuelvo a la calle. Sigue stormatando. Camino doscientos metros bajo el agua hasta el "hotel" Embassy. Quiero una habitación individual. Sólo les queda una doble. Me la enseñan. El fluorescente del techo duda cinco veces antes de encenderse. Cuando lo hace vierte una luz amarillenta ensombrecida por una película de insectos muertos. Aquí podrían vivir diez familias numerosas. Quizá lo hicieron hasta ayer. Las paredes me miran entrar con una tristeza ennegrecida. El baño es todo óxido y desolación. El precio es abusivo. Me largo. El agua no deja de caer del cielo a cubos. Estornudo. Toso. Toso. Estornudo. Decido romper una de mis reglas, agujerear mi bolsillo y pagar un hotel de verdad. Entro en el primero que me cruzo. "Ritz Garden Hotel", se hace llamar sin apenas rimbombancia. Relleno mis datos. Pago y me fundo de golpe el presupuesto de dos días. Subo a la habitación en algo a lo que llaman ascensor. Entro en la habitación. Me desprendo de la mochila. Me quito el poncho. Me quito la ropa mojada. Entro en la ducha. Activo el agua caliente al máximo. Sale más bien templada. Pero es suficiente. Salgo de la ducha. Me siento en la cama. Respiro hondo. Bostezo. Detecto movimiento a mi derecha, sobre la mesilla. Una cucaracha. Otra cucaracha. Separo la mesilla de la pared. La ciudad de las cucarachas. Estampo la mesilla contra la pared. Dos veces. Digo algo muy feo que atañe a Malasia y a su madre. En inglés de Baltimore. Abro la mochila. Me pongo una camiseta seca. Cierro la mochila. Me pongo los pantalones mojados. Me calzo las sandalias mojadas. Bajo a la recepción. Estornudo, me quejo, toso, estornudo, grito, estornudo, insulto al hotel. Cockroach Garden Motherfuckin' Hotel, lo llamo. El recepcionista se deshace en disculpas. Me da la llave de otra habitación. Vuelvo a la primera. Recojo mi mochila. Recojo el poncho mojado. Bajo al segundo piso. Entro en la nueva habitación. Busco cucarachas por todas las esquinas. No hay. Son las diez de la noche. Ni siquiera tengo hambre. Me quito los pantalones mojados. Me quito la camiseta seca. Me meto en la cama. Toso. Toso. Toso. Toso. Tengo catarro. Joder. Me sirvo un Flumil® doble. Straight, no chaser. Me duermo en diez segundos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario