"Planes and trains and boats and buses characteristically evoke a common attitude of blue, unless you have a suitcase and a ticket and a passport and the cargo that they're carrying is you". (Tom Waits. Foreign Affair)

jueves, 15 de marzo de 2012

Le Horla en la Hamaca


Para obtener el máximo beneficio es preciso madrugar. Pero en este caso no hay necesidad de despertador. Bastará con abandonar la cama cuando los gallos irrumpan sin permiso en el último sueño. Serán entonces las seis o las seis y media de la mañana  y hará ya un buen rato que el sol tuesta inclemente el otro lado de la isla, el de levante. Aquí, en poniente, todavía es fácil respirar y una brisa débil peina la superficie del río, apenas alterada por las canoas de los pescadores y de los guías que conducen a algunos farangs a ver los escondidizos delfines de agua dulce. Valoro mis opciones desde la terraza del bungalow, mientras la luz reflejada en el agua se abre paso entre mis párpados, todavía hinchados. No me ducharé. Vuelvo al interior, me calzo el traje de baño, camino unos metros hacia el norte y me zambullo en el río. Unas cuantas brazadas me colocan en el centro del Mekong y durante un buen rato me limito a flotar y a escuchar el silencio. Llevo ya dos días en Don Det, una de las "4.000 islas" en las que Laos se descompone antes de convertirse en Camboya. El norte de la isla ha vendido su alma a la marihuana y a la misma calaña de turistas veinteañeros que en el Mediterráneo saltan de los balcones para dejarse los dientes en el borde de una piscina (desafortunadamente, aquí no hay suficiente altura). Las guesthouses se amontonan allí entre restaurantes de comida mala, bares con televisión, "agencias de viajes" y locales de internet, y por la noche las "calles" de esta inconsistente metrópoli rural se pueblan de zombis que rebotan de una fachada a otra con una botella de cerveza caliente en la mano sin saber si esto es Don Det o Vang Vieng o la Costa del Sol.


 Por suerte sólo la punta de la isla está gangrenada, aunque sospecho que es cuestión de tiempo que la infección se propague. Uno o dos kilómetros más abajo el ruido empieza a desvanecerse y, después de dejar atrás algún que otro asentamiento neohippie en los que huele intensamente a pescado viejo, aún es posible vivir la genuina lentitud laosiana, cruzarse con bueyes de agua, comer un buen laap o, simplemente no hacer nada en absoluto. Yo dedicaré el resto de la mañana a mecerme en la hamaca mientras monsieur Maupassant y yo nos vamos conociendo mejor. Comeré algo ligero y quizá escriba un poco o vuelva a darme un chapuzón por la tarde, o tal vez me anime, yo también, a subirme a una canoa e ir en busca de los delfines. Y después, al final del día, el sol de las seis se despedirá con su mejor truco de alquimia y convertirá el Mekong en plata. Y yo estaré allí, en mi terraza, para contemplarlo. Camboya puede esperar.


2 comentarios:

  1. Mientras tanto por aquí el dibujante con dos palos nos tiene preocupados. Las últimas semanas le hemos dado intensas dosis de whisky ( womqn ). Le ha gustado. Mucho. Tal y como Ripley sabe el whisky puede ser altamente adictivo. Pa mi que se ha enganchao. Nunca tiene bastante. Siempre pide mas, mas,otra.. No se qué vamos a hacer con él.

    PD: Que Ripley no se preocupe. Tenemos guardado a buen recaudo un barril del mejor licor para cuando vuelva a bordo.

    Que siga disfrutando.

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    1. Gracias capitán, sus palabras me tranquilizan. Dígale al dibujante que tenga cuidado con el escorbuto.

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